Hace exactamente 3 años, cuando decidí por primera vez hacer una experiencia de voluntariado en Centroamérica, nunca imaginé que ese camino me llevaría a ViajanDos Con Calma.

Me llevó tres años decidir que quería dedicar parte de mi vida a descubrir el mundo de los niños, especialmente aquellos que viven en situaciones de riesgo.

Hace tres años no era consciente de todo el valor, el dolor, la esperanza y el amor que estos niños pueden darte. No sabía cuántas veces debería haberme sentido morir por dentro, y luchar para encontrar la fuerza para seguir adelante.

Recuerdo que el primer año me sentí abrumada por la ira, no podía aceptar que en el mundo hay niños abandonados a sí mismos, que nadie busca, y que nadie se preocupa por ellos.

Esta injusticia desarmante puede detenerte, puede ser tan abrumadora que te sofoca, te bloquea, te empuja a la elección extrema: Pero, ¿quién me obliga a hacerlo? Me voy y no voy a volver.
Pero si puedes manejar la ira por un tiempo, si puedes ir más allá, comprender que no puedes cambiar las cosas, pero que puedes darles a estos niños algo que nunca tuvieron, atención, afecto, amor, descubres que lo haces simplemente por ellos, por los niños.

El camino que conduce a esta conciencia fue el más doloroso de mi vida. Tuve que trabajar sobre mí misma, deconstruyendo completamente mi escala de valores para tratar de comprender, con toda la humildad que puse encontrar dentro de mí, que nunca debes juzgar, ¡nunca! Nuestras verdades sólo son verdaderas cuando se relacionan con nuestro contexto de pertenencia, fuera de nuestra zona segura la verdad es siempre relativa.

En este viaje difícil y doloroso, el destino me ha puesto al lado de Sofía, para compartir conmigo amor, dolor, alegría, risas, lágrimas y muchas horas dedicadas a fortalecernos y apoyarnos.

Y llegamos al presente, a ViajanDos Con Calma. Sabemos que no será fácil, sabemos que vamos a pasar por situaciones emocionales extremas, y también sabemos que todo lo que imaginamos antes de partir no será ni la mitad de las emociones que experimentaremos en este viaje, para bien o para mal.

Pero también sabemos que los niños nos lo devolverán todo, que sus sonrisas y sus gritos llenarán nuestros corazones, y que este viaje nos ayudará a conocernos mejor.

Una vez una niña de un proyecto en Nicaragua me dijo: Crees que lo que haces por nosotros es sólo una gota en medio del mar, ¡esa gota soy yo!

Sólo por esa gota vale la pena!